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¿Qué significa “no he venido para poner fin a la ley” en Mateo 5:17?

No piensen que he venido para poner fin a la ley o a los profetas; no he venido para poner fin, sino para cumplir (Mt 5:17).

Abolir vs. cumplir

Jesús resumió Su relación con el Antiguo Testamento con esta declaración sorprendente en el Sermón del monte: «No piensen que he venido para poner fin a la ley o a los profetas; no he venido para poner fin, sino para cumplir» (Mt 5:17). Si entendemos lo que Jesús quiere decir aquí, brillará una luz clarificadora sobre otras preguntas importantes: ¿Qué tienen que ver los mandamientos del Antiguo Testamento con los cristianos del Nuevo Testamento? ¿Deberían los cristianos tratar de obedecer el Antiguo Testamento tal como los israelitas? ¿Podemos «desvincularnos» por completo de él?

Podemos descartar de inmediato una interpretación: Jesús no está aboliendo la ley y los profetas; lo dice explícitamente. Pero, por otro lado, aparentemente tampoco vino simplemente a conservarlos, reafirmarlos o restablecerlos. La palabra que utilizó señala algo más radical y profundo: vino a «cumplirlos».

Esta es una de las preguntas clave que podemos hacer sobre la declaración de Jesús: ¿Específicamente, qué vino a cumplir? Al principio podemos suponer que solo se refiere a los mandatos éticos. Pero, en realidad, se refiere a algo mucho más amplio: tiene en mente todo el Antiguo Testamento, que resumió aquí y en otros lugares con la frase «la ley y los profetas» (Mt 5:17; cp. 7:1211:1322:40). Esto incluye todo el Antiguo Testamento, con todos sus mandamientos, pactos, poemas y profecías.

Jesús también usó esta misma frase en Mateo 11:13 para afirmar que todas las Escrituras eran proféticas: «todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan». Esto significa que no fueron solo los profetas como Isaías y Malaquías, sino que también la ley de Moisés profetizó. En otras palabras, todo el Antiguo Testamento es una unidad que anticipó proféticamente a Jesús y Su reino. Las Escrituras apuntaban hacia la llegada de Jesús. Ellas «profetizaron hasta Juan», quien vino como el último de los profetas de la era del Antiguo Testamento en señalarlo.

Una era de realización

Pero ¿qué significa que vino a «cumplir» las Escrituras? No es solo que cumpla varias predicciones dispersas. Significa que está llevando la totalidad de las Escrituras a su objetivo designado. El Antiguo Testamento se anticipó proféticamente a Jesús, y Él vino a cumplir estas expectativas.

Esto encaja con la forma en que Mateo usó a menudo la palabra «cumplir», ya que la usó varias veces antes de esto (Mt 1:222:1517233:154:14). Juntos muestran que el Antiguo Testamento contaba una historia que esperaba un final, y Jesús vino para completarla. La historia del Antiguo Testamento es el asta de una flecha y su punta se posa en Cristo. Todo encuentra en Él su destino previsto.

Todo el Antiguo Testamento es una unidad que anticipó proféticamente a Jesús y Su reino

 

¿Y cómo trae Jesús este cumplimiento? Por medio de inaugurar la era tan esperada que cumpliría todas las promesas antiguas: promesas como un verdadero Rey que crearía una nueva humanidad y promesas de un nuevo pacto que traería nuevos corazones para la verdadera obediencia. Con la llegada de Jesús, ha amanecido esta nueva era de cumplimiento. Como Jesús anunció justo antes del Sermón del monte: «El reino de los cielos se ha acercado» (Mt 4:17). Ya no vivimos en la era de la anticipación del antiguo pacto, sino en la era del cumplimiento del nuevo pacto.

Los cristianos y el Antiguo Testamento

Entonces, ¿cómo se relacionan los cristianos del Nuevo Testamento con las Escrituras del Antiguo Testamento? Buscamos guardar las Escrituras de dos maneras: tal como se cumplen en Jesús y con obediencia holística y arraigada en el corazón.

Considera las historias y las instrucciones del Antiguo Testamento relacionadas con el templo. Dios le dio a Israel el templo como el lugar para reunirse con Él. Los sacerdotes representaban al pueblo, se acercaban a Dios y ofrecían sacrificios. Todo el sistema del templo fue diseñado para hacer eco de la bendición edénica de morar con Dios y al mismo tiempo señalar hacia una nueva era en la que Dios purificaría a Su pueblo para morar con Él para siempre. Cuando Jesús vino, anunció: «algo mayor que el templo está aquí» (Mt 12:6). Todos los mandamientos asociados con el templo encuentran su cumplimiento en Cristo. Él es el verdadero templo, Sumo Sacerdote y sacrificio final. Ahora aquellos unidos a Él pasan a formar parte de este templo, se acercan a Dios por medio de Jesús como un nuevo sacerdocio y se ofrecen por completo en adoración sacrificial.

¿Qué pasa con otros mandamientos que parecían más directamente éticos, como «no matarás» y «no cometerás adulterio»? Jesús abordó una muestra de estos en el resto del Sermón del monte. Mostró que anticiparon proféticamente esta era del nuevo pacto en la que daríamos una obediencia más profunda y holística. A diferencia de los escribas y fariseos que redujeron las expectativas de Dios a algo que podían manejar externamente, Jesús nos permite obedecer de corazón (Mt 5:20). A la luz de esto, el mandamiento de no asesinar se cumple en el pueblo de Dios cuando renuncia al odio (Mt 5:21-25). El mandamiento contra el adulterio se cumple cuando Su pueblo renuncia incluso a los pensamientos lujuriosos (Mt 5:26-30). Cada mandato está atrapado en esta historia más grande que encuentra su cumplimiento en el reino de Jesús y la transformación a nivel del corazón que Él trae.

Todo esto nos lleva a evitar dos extremos en relación al Antiguo Testamento. No abandonamos el Antiguo Testamento por completo ni buscamos seguirlo sin su cumplimiento en Jesús. Él no vino a empezar algo nuevo ni a mantener el statu quo. Él es el Rey del tan esperado reino de Dios. Él no vino para abolir las Escrituras, sino para cumplirlas.


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por el Equipo Coalición.

Drew Hunter es autor de Made for Friendship: The Relationship That Halves Our Sorrows and Doubles Our Joys. Es pastor de enseñanza en Zionsville Fellowship en Zionsville, Indiana, donde vive con su esposa, Christina, y sus cuatro hijos.

Acerca del Autor

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